En medio de una de las crisis más importantes de las que se tiene constancia escrita, con tanta desesperanza y tanto desaliento, se ha estado trabajando día a día para que cuando se abran los portones de las iglesias y capillas granadinas vuelva a suceder uno de los milagros más imprtantes de esta tierra. Detrás de tanta maravilla hay un buen número de personas, de las que no se saben ni sus nombres ni siquiera sus hechos, que habrán hecho posible que Granada entera sea un templo por donde discurran la fe, la devoción, el fervor y tantos sentimientos que circulan alrededor de nuestra Semana Santa.
Desencuentros, malos ratos, conflictos, tiranteces, ingratitudes y demás inconvenientes que durante el año llegan sin llamarlos, pasarán a un sexto plano. Él y Ella serán los únicos protagonistas de una pasión que conmemora la Pasión. Y, si somos capaces, un apretón de manos y un abrazo sellarán y darán autenticidad a ese trabajo que sin descanso se viene desarrollando desde que la lluvia traicionera y puñetera nos dejara sin uno de los Viernes Santo que por justicia temporal nos tocaba vivir.
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