Escribía el otro día, y hablaba con alguno, de las formas en el mundo costalero y la verdad es que, puestos a escribir, nos saldrían unas cuantas entradas de las formas que se utilizan. Tanto los de fuera con los de dentro, como algunos de dentro con los demás. Es de uso común que algunos admiren a capataces por sus broncas o por sus demostraciones públicas de autoridad. Sobre todo aquellas broncas que se hacen con la peor educación posible.
Todo proviene de un tiempo pasado en el que tanto el de delante como los de abajo eran de escasa cultura y formación en la mayoría de los casos. Así se pueden encontrar verdaderos ídolos en personas que no sabían ni escribir ni leer, ni tratar a nadie con la menor educación siquiera. Su único mérito era tratar con malas maneras a personas que iban a sacar los pasos porque les hacía falta el dinero. Los pasos los llevaban, sí (tampoco es que fueran como ahora, a los vídeos me remito). Pero su mayor mérito consistía en tener siempre un grupo de personas a su disposición para que una cofradía confiara en él y no se quedara sin gente para sacar los pasos.
Pero esos eran otros tiempos que a algunos les encanta recordar dependiendo de para qué. Recuerdo una conversación no muy lejana donde, para piropear a un determinado capataz, me relataron una bronca impresionante a dos tíos, que yo por más que quería entender me parecía una falta de educación y respeto impresionantes. Es cierto que para manejar un colectivo numeroso, como puede ser una cuadrilla de costaleros, hay que tener autoridad para que se respete una disciplina. Y que muchas veces hay ciertas personas que quieren pasarse las normas de todos por donde te dije. Pero pienso que no se debe de llegar nunca a la falta de consideración con nadie. No es propio de estos menesteres. Hoy en día no caben esas formas y son otras las cualidades que deben interesar en las cofradías. Y ya está bien de mitificar a quien no tiene ni un mínimo de educación para tratar a la gente, que para conseguir las cosas no hace falta menospreciar a nadie ni faltarle el respeto.
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