Es de educación y respeto no dar consejos si no te los piden. Aunque a algunos les encante decirle a los demás como lo tienen que hacer o como lo harían ellos. Pero existen circunstancias que te hacen esforzarte más que otras para no ir de consejero gratuito. ¿Que posición adoptas cuando ves a alguien debajo que no va como tiene que ir y fuera no lo ven? ¿ Se lo dices y vas de sabelotodo? ¿Te callas por prudencia y ves como no cumple?
Me contaba hace poco un costalero, hablando de un personaje muy conocido, que la única experiencia personal que tenía con él era una bronca cuando él iba llevando la pata de un paso en un ensayo, sin que el susodicho abroncador fuera ni capataz ni siquiera miembro de la cuadrilla. "Claro -decía- todo el mundo lo pone en un pedestal, pero para mí fue un maleducado". Si tenemos en cuenta que este hombre era la primera vez que cogía la pata, pues no le falta razón.
Está claro que lo más importante son las formas. Muchas veces no es lo que digas, sino como lo digas. Consigue más el perro lamiendo que mordiendo. Y cuando alguien necesita de una ayuda que no le llega porque desde fuera, o no lo ven, o no saben, es conveniente: primero respetar la autoridad de los de fuera y ponerles en conocimiento lo que ocurre, y si estos no reaccionan, lo segundo es ser consciente que todos alguna vez necesitamos ayuda y nos equivocamos, y como nos gustaría que nos corrigieran. Las formas que se han utilizado en este mundillo, que serán objeto de otra entrada, han dejado mucho que desear (y soy el primero en reconocer que alguna vez se ha pasado).
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