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miércoles, 10 de marzo de 2010

LOS COSTALEROS DE ANTES

Costaleros antiguos llevando el Señor de la Amargura del Via-Crucis, cuando este tenia trabajaderas exteriores.

Los ensayos llegaron al mundo costalero con la aparición de los hermanos. Antes no se ensayaba nada, casi todo se improvisaba. El andar no tenia la técnica tan depurada que tiene hoy y sacar los pasos se dejaba a la pericia o impericia de los que llevaban el martillo o la campana, que por aquellos entonces compartían protagonismo en esta ciudad. Hasta la llegada de gente preparada como Antoñín (q.e.p.d.), Pepe Barrales y el sequito de grandes capataces que acompañaban a estos hermanos nuestros, los que había, generalmente eran personas de reconocida solvencia para mover gente, pero no tanta de la conducción de pasos. Imagino que por aquellos entonces las puertas de las iglesias medían igual que miden hoy. Ahora bien, aunque determinados pasos adecuaban sus medidas a las puertas, algunos como la Esperanza, la Aurora, las Maravillas, etc… conservan medidas y formas de hace más de 50 años. Sin ensayar, sin tanto como se sabe hoy, ¿cómo sacarían por esas puertas tan chicas los pasos los de entonces? Admito que desconozco si salían con gente debajo o sobre algún mecanismo. Lo digo porque he visto alguna foto antigua, de los años 60, que se ve la Esperanza cuadrada en Santa Ana de forma magistral, dispuesta a salir.
En esta ciudad los costaleros que se metían debajo de los pasos no eran tan profesionales de la carga como en otra que cogemos de referencia. Había gente de todos los oficios debajo de los pasos. Lo que si le unía a todos los costaleros de antes, fueran granadinos, cordobeses, sevillanos o de Jaén, eran dos cosas que hoy en día ya no existen: LA NECESIDAD y SER PERSONAS DEDICADAS A TRABAJOS FISICAMENTE EXIGENTES. Esta gente que siempre se le había llamado en Granada los gitanos, eran personas a las que se le miraba con cierta desconsideración, pues solían ser de condición muy humilde la mayoría, además el aspecto no era precisamente cuidado. Se han contado miles de hechos desagradables que hacían los antiguos cuando llevaban los pasos. Sin embargo nadie ha valorado nunca la dificultad que para estos hombres tenía que suponer tirarse de rodillas en Santa Anta o en San Pedro, seguramente sin rodilleras. O pasar los grifos de San José, seguramente sin tanta “profesionalidad” como hay hoy. O subir esa cuesta de San Cecilio, por la que hoy nos matamos y que ellos seguramente odiaban.

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